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Yo te diré II

Yo te diré

Las Cruces Rojas de los Últimos de Filipinas

 

La serie “Soldados con distintivo rojo” del periódico Tierra sigue sitiada en Baler. Yo te diré que salir de allí con honores fue muy difícil. Otros destacamentos en Filipinas con mayor número de hombres no lo consiguieron y capitularon en días. Pero Baler fue diferente.

 

Es 1 de septiembre de hace algo más 120 años y los insurrectos tagalos aprietan el cerco con aproches* que comprenden trincheras, zapas, espaldones y galerías de paso; pero no lo hacen descubiertos, sino que buscan el amparo de la oscuridad. Los soldados españoles permanecen alerta y disparan en la noche hacia el ruido que viene de fuera, siempre oculto por el batir de olas del cercano mar, que en el silencio de la noche acude, ayudando a los sitiadores.

El cerco se va cerrando con paciencia de zapador, que se cree dueño del tiempo, y, con ese tiempo, va ampliando sus trincheras hasta dejarlas a unos 50 pasos de la iglesia, formando una línea de contravalación* muy irregular, pero que se apoya en las casas más cercanas a la iglesia, algunas terraplenadas, y desde donde se dispara —apenas sin exponerse— contra los soldados españoles, que en esa situación son muy vulnerables al fuego enemigo, mientras los insurrectos, en número muy superior a los españoles, pueden disparar al abrigo de ese atrincheramiento aspillerado* que han levantado sobre cada vivienda.

 

Yo te diré

Es 1 de septiembre. La situación, ante tanto fuego enemigo, es desesperada, y el teniente Juan Alonso Zayas debe tomar una decisión también desesperada. Reúne a todos sus soldados y, con voz grave, les explica que el cerco está a punto de cerrarse, que ya casi han llegado al cuartel de la Guardia Civil, que está a solo 15 metros de la iglesia, y pide un voluntario para lo que era un auténtico suicidio: «Saldrá un hombre solo con una lata de petróleo y tendrá que quemar las defensas enemigas desde donde nos están haciendo fuego. Si cierran el cerco, nos matarán a todos desde no más de 10 metros. No podremos dar un paso. Necesito un voluntario».

«Un voluntario». Esas palabras vuelan por el baptisterio de la iglesia de San Luis de Tolosa, en Baler, afiladas y crudas. ¿Y ahora quién las coge? Pues las coge un joven conquense de Osa de la Vega, jornalero agrícola que con nueve años tuvo que dejar el colegio para ponerse a trabajar, que había llegado dos años antes a Filipinas, formando parte del Batallón de Cazadores Expedicionario nº 2. El soldado Gregorio Catalán Valero da un paso al frente y dice: «Yo voy, mi teniente».

 

Yo te diré

El teniente Zayas lo mira y, sin paños calientes, le cuenta que fuera le esperan más de 800 hombres que van a intentar que no consiga su objetivo; pero Gregorio no lo duda y contesta al teniente que va a salir para intentar cumplir la misión. Y «además, mi teniente, peor es estar encerrado a que te disparen 800 tagalos». El teniente lo abraza y le dice que vaya a prepararse.
Es 2 de septiembre y son las dos de la tarde. A plena luz, sin ni siquiera contar con el cobijo de la noche —estos héroes de Filipinas eran así—, Gregorio Catalán se santigua y sale de la iglesia con una lata de petróleo en una mano y una caña liada con trapos sobre su hombro. Bajo un intenso tiroteo, que comienzan los soldados españoles para cubrirlo, se acerca al cuartel de la Guardia Civil y enciende la yesca, y el trapo con gasóleo empieza a arder. Al acercarse las llamas, el cuartel pronto coge fuego con intensidad, nutrido por la hoja de palma y la madera.

 

Las balas pasan cerca de Gregorio Catalán, pero él, aunque sólo salió para quemar el cuartel, decide continuar con las casas adyacentes y, con gran tranquilidad, prende otras tres construcciones, que quedan completamente arrasadas. Los disparos enemigos no consiguen acabar con su vida, pues los insurrectos tenían que exponerse a desafiar el plomo con el que los soldados españoles protegían a su compañero.

 

Yo te diré


Ni el teniente Zayas ni el teniente Martín Cerezo dan crédito a lo que están viendo: un cazador con una lata de petróleo y un trapo, recibiendo fuego de cientos de insurrectos, vuelve a la iglesia con total tranquilidad, sin un rasguño, después de haber arrasado las defensas enemigas. Al atravesar la entrada de la iglesia, esboza una sonrisa viendo la alegría de sus compañeros, y con la mirada le dice al teniente Zayas: «¿Ve, mi teniente, como se estaba mejor fuera que dentro?». El teniente Zayas le pregunta si está herido, a lo que él contesta que no, y que las novedades no hace falta darlas, pues el humo con sus señales explica cuanto ha pasado.

Con esta acción, la línea de trincheras había retrocedido y esos 60 días de asedio podrían continuar para probar la tenacidad, fortaleza de espíritu y preparación militar de aquel pequeño contingente que se refugió en la iglesia de San Luis de Tolosa .

El soldado Gregorio Catalán, después de ser recibido con honores junto a sus compañeros a su llegada al puerto de Barcelona, volvió a su tierra conquense, donde murió dos años después víctima de la tuberculosis y las penalidades sufridas en Filipinas. En Osa de la Vega se sigue recordando su memoria mediante una estatua del joven Gregorio con una lata de petróleo en una mano y una antorcha en la otra, pues las generaciones venideras no deben olvidar a sus héroes.

 

Terminología
• Aproche: conjunto de trabajos que se hacían para atacar una plaza y acercarse a batirla, como las trincheras, paralelas, baterías, minas, etc.
• Línea de contravalación: línea que forma el ejército sitiador para impedir las salidas de los sitiados.
• Línea de circunvalación: línea construida por el ejército sitiador a su retaguardia para defenderse de cualquier tropa enemiga.
• Aspillera: abertura larga y estrecha en un muro para disparar por ella