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Regimiento de Infantería 'América' 66, de Cazadores de Montaña

Armas del AMÉRICA 66

Notícies

viernes 15 de enero de 2016

Nombre: 073

22 de diciembre de 2015.

Metamorfosis, de recluta a Cazador de Montaña.

Fase Integración Ciclo Primero de 2015 en el RCZM ''América'' 66.

La patrulla en primer plano, al fondo un mar de nubes.

La patrulla en primer plano, al fondo un mar de nubes. (Foto: Sdo. Goizueta)

La alegría siempre presente.

La alegría siempre presente. (Foto: Sdo. Goizueta)

La 2ª Compañía de Cazadores de Montaña.

La 2ª Compañía de Cazadores de Montaña. (Foto: Sdo. Goizueta)

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer; treinta compañeros que entrábamos por la puerta del Acuartelamiento de Aizoaín, dispuestos y ansiosos por iniciar nuestro proceso de formación en el Regimiento de Cazadores de Montaña “América” 66. Se nos encuadro en la Unidad Específica de Integración, mandada por un teniente, tres sargentos y  seis instructores, que se convertirían durante dos meses en nuestros padres, nuestras madres y  nuestros instructores en la milicia.

El primer día de instrucción pudimos constatar que ser Cazador de Montaña no es ninguna broma. Nuestro periodo de formación de dos meses tenía que lograr ponernos a la altura de un regimiento altamente preparado y con experiencia en combate. A marchas forzadas realizábamos instrucciones tácticas y de combate, topográficas, escalada y tiro en distintas modalidades. También tuvimos la oportunidad de ver lo implacable que era la montaña, terreno hostil que, sin embargo, todo Cazador de Montaña anhela dominar y como dice la oración del Cazador “la paz de la cumbre será mi recompensa”. A pesar del esfuerzo tan grande que todo ello suponía, nada nos privó del deseo de conseguir nuestra boina de Cazador.

La instrucción nos llevó a diversos lugares donde también nos familiarizamos con los distintos campos de maniobras y zonas por dónde el Regimiento se adiestra: San Gregorio en Zaragoza, el Valle del Baztán en el norte de Navarra, Montejurra en Estella o La Sierra de Cameros en La Rioja.

Conforme la instrucción avanzaba notábamos un cambio en nosotros, los primeros días habían sido agotadores, pero después, aferrados al compañerismo, a nuestra bandera y a la idea de que nos estábamos convirtiendo en Cazadores de Montaña, sentíamos que la fatiga, el frío y el dolor hacían cada vez menos mella en nuestra voluntad. No faltaron momentos de debilidad en cada uno de nosotros, pero nuestro orgullo de infantes españoles no solo no nos permitía exteriorizarlos sino que nos obligaba a seguir adelante. Por otro lado nuestros compañeros del “América” no escatimaron a la hora de darnos ánimos y consejos para capear mejor el Ciclo de Integración en la unidad.

Pronto las caras largas fueron sustituyéndose por caras de alegría y ansias de conocer más y mejor la profesión militar y dentro de ésta la de Cazador de Montaña. Las maniobras adquirieron un propósito de adiestramiento en el combate de la unidad, al contrario de lo que habíamos visto hasta ahora, más centradas en la instrucción individual del combatiente. Los movimientos a través de la montaña, emboscadas y contraemboscadas, acampar al cielo raso o compartir frío, lluvia, nevadas y fatiga con nuestros mandos nos hacían vivir nuestra profesión y dar gracias a Dios por tenerla.

El día 8 de diciembre celebramos por primera vez el Día de la Inmaculada, patrona del Arma de Infantería. El acto estuvo revestido de esa solemnidad que sólo la milicia sabe ofrecer. Nuestros mandos rememoraron a aquel Tercio español que combatía lejos de su tierra natal y que a pesar de tener el clima, el terreno y a un enemigo feroz en contra no aceptaron rendirse. La aparición de la tabla flamenca de la Virgen de la mano de un soldado español que cavaba una trinchera hizo que los españoles recuperaran la moral y con ese ardor guerrero que hizo temblar a Europa atacaran y despedazaran al enemigo. Este relato nos hizo comprender la gigantesca responsabilidad que teníamos sobre nosotros de preservar esa reputación que nuestros antepasados nos hicieron heredar. El acto culminó con  el tradicional vino español en medio de un ambiente familiar y de camaradería que caracterizan a las unidades de montaña.

El periodo de Integración ya estaba tocando a su fin y qué mejor forma de darle carpetazo que unas buenas maniobras en La Rioja. La Unidad Específica de Integración esta vez cumplió el rol de una unidad independiente y hostil. Nuestra sorpresa fue máxima cuando la primera noche de las maniobras fuimos hechos prisioneros por elementos de la Segunda Compañía, nos desarmaron y pasamos a ser prisioneros de guerra las diecisiete horas siguientes, tiempo marcado por interrogatorios, poca comodidad y música árabe estridente. Esta experiencia fue una de las más interesantes y a la vez más duras de la instrucción. Los dos días posteriores pusimos en práctica un plan de búsqueda y recuperación; progresamos por un itinerario hasta el punto de evacuación a tramos en solitario, por binomios y por escuadras respectivamente. Este ejercicio creo que es a juicio todos los componentes de la U.E.I. el mejor de los que hemos hecho. Finalizadas las maniobras regresamos a Pamplona llenos de júbilo sabiendo que tras el fin de semana nos esperaba nuestra ansiada boina de Cazador.

El 22 de diciembre siempre será recordado por nosotros como un día muy  especial. Arropados por nuestros compañeros del Regimiento “América”, en un acto sobrio pero de gran solemnidad jubilamos nuestra boina caqui, que sin embargo ha sido nuestra primera boina, por la verde alpina de las Tropas de Montaña. El acto culminó con una comida para todo el regimiento en el comedor del acuartelamiento con nuestras familias y la posterior despedida de nuestros mandos para disfrutar de las vacaciones de Navidad. Pero el pensamiento que todos y cada uno de nosotros sentimos al tocar la boina de Cazador recordando los momentos duros de cansancio, frío y dolor fue decirnos a nosotros mismos: “HA VALIDO LA PENA”.

Soldado. Agustín Goizueta Bicarregui