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Una mina escondida

Capitán Fernando Álvarez

Regimiento de Pontoneros y Especialidades de Ingenieros nº 12

 

Capitán José María Millán

Brigada Paracaidista “Almogávares” VI

 

Viñeta de Esteban

El capitán Fernando Álvarez sabía a dónde iba. Uno de esos lugares llenos de cristales rotos, de calles y carreteras rayadas por la metralla, de puertas derribadas y siempre abiertas, y de ventanas sin vida. Pidió volver a Bosnia-Herzegovina (B-H) con la Agrupación “Madrid”. Volver para hacer su trabajo: desactivar explosivos en un lugar donde no había mano que no oliera a pólvora. Un lugar que va a quedar para el recuerdo y para cualquier tiempo, donde se perdieron por las esquinas y los valles las palabras y se llenaron de guerra. Ahora es momento de llenarlas de memoria.

El 4 de diciembre del año 1993 se ordena a la unidad española de cascos azules reconocer la presa de Salakovac y el puente de Bijela. Es el camino que abre la ciudad de Mostar hacia el norte, Jablanica y Sarajevo, hacia el corazón de B-H. En esos momentos la ayuda humanitaria no tiene más oxígeno que ése, una ruta por un valle sinuoso que debe estar reconocida y protegida. El puente de Bijela está destruido y los cascos azules españoles van a reconocer la presa de Salakovac y tomarla bajo su control, ya que dominándola se tendría el control sobre el nivel del río para poder mantener la carretera operativa, que en esos momentos estaba inundada. A un lado y a otro, los ejércitos del Consejo Croata de Defensa (HVO) y de la Armija siguen en guerra, vigilando esa divisoria imaginaria que es el Neretva.

A la compañía española se le encarga la misión de proteger y limpiar la zona; han salido de la base de Medjugorje esa mañana y, por esas casualidades que entrecruzan gentes y circunstancias, les ha hecho su última fotografía un fotógrafo del periódico Tierra, por esas casualidades que entrecruzan gentes y circunstancias, su última fotografía.

Viñeta de Esteban

El camino está lleno de curvas y las carreteras están marcadas por cráteres cincelados por morteros. Es invierno; y Fernando ya ha estado muchas veces por la zona de Bijela. Les informaron de que habían encontrado dos minas, cerca del puente. Se oye el agua color esmeralda evitar la presa. La compañía del capitán Cifuentes se queda dando escolta en el puente de Bijela a los zapadores; y cerca de la presa se encuentran los blindados del capitán José María Millán, la escolta de los oficiales canadienses y el equipo de desactivación, que sabe que la presa está minada.

Una vez que llegan a la zona, el capitán Fernando Álvarez, experto en artefactos explosivos improvisados (IED) y escoltado por el sargento 1º Jorge Fernández, se adelanta para realizar una inspección visual y fotografiar la mina. Muchos ojos están observando en la distancia, pero hay dos que moverán los hilos que se convertirán en una trampa. Al llegar a la proximidad, el capitán ordena al sargento que retroceda unos metros. Un desactivador sabe que debe estar solo cuando se enfrente a los enemigos invisibles. Todas las preguntas y las respuestas salen de los mismos labios, los suyos. Y sabe que, si en ese momento hay alguien que está cerca del peligro, es él.

Viñeta de Esteban

Llega al artefacto con precaución, mientras que unos ojos que han preparado la trampa lo observan escondidos entre las peñas de la ladera. A esos ojos les hubiera gustado que Fernando no se hubiera acercado solo a reconocer el terreno, sino acompañado de muchos, para hacer el mayor daño posible a los cascos azules españoles; pero la unidad está desplegada protegiendo la zona y es el tiempo del desactivador, que bien sabe que para luchar contra los enemigos invisibles siempre trabaja solo.

Cuando se acerca a la mina, que es una trampa, esos ojos escondidos que lo vigilan accionan el explosivo a distancia y se escucha un estruendo por el valle que, a modo de tubería, acelera el sonido hacia ese porvenir irrevocable que debe guardarse para siempre en la memoria de todos.

 

La explosión ha acabado con la vida de Fernando,

y ha dejado herido en una pierna al sargento 1º

 

La explosión ha acabado con la vida de Fernando, y ha dejado herido en una pierna al sargento 1º; Jorge está tumbado sangrando por el muslo. En ese momento suenan disparos desde las dos líneas del frente. La detonación ha vuelto a activar la espoleta del odio y los contendientes han empezado a disparar contra todo lo que se mueve. Por eso no hay tiempo que perder, y el capitán Millán, al escuchar la detonación, se aproxima a la presa y divisa al capitán Álvarez y al sargento 1º Fernández.

Viñeta de Esteban

José María sabe que los segundos son cruciales cuando a una herida no se le aplica rápida contención. Los disparos no cesan y, apoyado por el fuego de cobertura del resto de los cascos azules españoles y arriesgando su vida, consigue llegar a la posición del herido; logra arrastrarlo hasta un lugar a cubierto de los disparos, donde le aplica un torniquete que corta la grave hemorragia, que brota de una pierna, y recibe el apoyo de los sanitarios que rápido responden a la llamada de su compañero. Los caballeros legionarios paracaidistas, entre los que se encuentran el conductor del blindado del capitán Millán, cabo 1º Arroyo, y el tirador del mismo, John, siguen dando fuego de cobertura, sin que ni una pizca de sus sentidos se aleje de lo más urgente en ese momento: sacar a sus compañeros de la zona de muerte.

Mientras tanto, el teniente médico Balanya y el teniente enfermero Cabo González organizan la evacuación del herido hasta el puesto quirúrgico avanzado español de Dracevo, donde logran estabilizarlo y prepararlo para su evacuación a España. Tras varias operaciones en el Hospital “Gómez Ulla” le fue amputada la pierna. Jorge, que estaba allí para proteger a Fernando de un posible ataque enemigo, sabe que Fernando le salvó la vida cuando le dijo que esperara unos cuantos metros detrás, porque los desactivadores, cuando luchan contra el enemigo invisible, saben que deben estar solos y que la mejor manera de proteger a su gente es arriesgándose ellos.

Viñeta de Esteban