Ejército de Tierra

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PIEZA Nº 1963-354 : Espada “pappenheimer”, primera mitad del siglo XVII. Su hoja, 957 x 25 mm. de doble filo, con canal central en el primer tercio, inscrito TOMAS DE AIALA / IESUZ MARIA , tres mesas en los dos restantes. Longitud total del arma 1.170 mm.





Durante la Guerra de los Treinta Años se generalizó el uso de unas espadas cuya guarnición se diría aunaba los gavilanes de las espadas de lazo y las conchas de las valonas, dándoseles posteriormente la denominación de “peppenheimer”, en referencia a las fuerzas de la caballería imperial que en aquella guerra actuaron al mando del intrépido Godofredo Enrique conde de Pappenheim, célebre general muerto a efecto de una herida sufrida durante la batalla de Lützen.
En Lützen, Alemania, el 16 de noviembre de 1632 las fuerzas protestantes del rey Gustavo Adolfo de Suecia, aprovechando que la caballería de Pappenheim había marchado hacia Colonia, atacaron a las imperiales católicas del conde de Wallenstein. En esta batalla, Gustavo Adolfo rehusó vestir su armadura por las molestias que le causaba, debidas a una herida en el hombro, y afirmando que Dios sería su arnés, dirigió el ala izquierda de su caballería vestido con un chaquetón de ante, resultando muerto en el combate.
A pesar de ello los protestantes se hicieron con la victoria, y la tardía carga que a su regreso hizo la caballería alemana, al mando de Pappenheim, solo consiguió facilitar a Wallenstein una retirada ordenada. También Pappenheim resultó herido, de un balazo de arcabuz, negándose a ser evacuado mientras durase el encuentro. Murió al poco, afirmándose lo hizo con la sonrisa de satisfacción que le produjo saber que Gustavo Adolfo, le había precedido en esta suerte.

En la “pappenheimer”, pieza nº 1963-354 de la Colección del M.M.M., la hoja, con piadosa invocación a Jesús y María, se indica obra del espadero Tomás de Ayala, tal vez el más acreditado artífice toledano de la primera mitad del siglo XVII. Lo imperecedero de su fama lo demuestran las hojas producidas con mucha posterioridad a su fallecimiento, en las que se hacía figurar su nombre como ardid, al efecto de realzar su calidad.

Textos y fotografias de Juan L. Calvó