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Exército de Terra
Ministerio de Defensa
Exército de Terra

Ejército de Tierra

Escudo de Armas del IHCM

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR

Texto no traducido

Museo Militar de Melilla

Indice del Museo:
 

El Baluarte de la Concepción
Museo Histórico Militar de Melilla

 

UN POCO DE HISTORIA DE MELILLA

Textos: Coronel Sousa

SITUACIÓN Y OROGRAFÍA.

Hacia el extremo occidental de la gran bahía que forman el Cabo de Agua (Ras Quebdan) y el Cabo de Tres Forcas (Ras Uark) se encuentra Melilla. Cercana a ella, la Mar Chica , llamada, en los siglos XVI y XVII, Laguna de Puerto Nuevo, tiene 25 Kms. de largo por 10 de máxima anchura y unos 15 mts. de máxima profundidad. Su extremo Norte dista 2 Kms. de nuestros límites y está dominada por El Atalayón, monte cónico de 107 mts. de altura. Esta laguna está separada del Mediterráneo por una faja de arena y se comunican por la Bocana. (Ver mapa)

La antigua plaza de Melilla se asienta sobre una peña calcárea de unos 30 mts. de máxima cota, rodeada en su mayor parte de agua y unida por un itsmo al continente. Separada de esta pequeña península, por la ensenada de los Galápagos, hay una altura llamada antiguamente El Cubo, que la domina a medio tiro de fusil y desde ella, hacia el Norte, va elevándose el terreno hasta el montañoso Cabo de Tres Forcas, y desde la orilla derecha del río de oro, hacia el Sur, hasta los montes llamados El Gurugú o Caramú (Yebel-Sidi-Hamed-El Hach), de 780 mts de altura, que dominan la plaza a distancia de unos 8 Kms.

Melilla, desde su conquista, fué extendiendo sus fortificaciones por las alturas inmediatas y más tarde su caserío por la llanura donde corría el río de Oro (Uad-el-Meduar, "río que serpentea"), que dejaba en su margen izquierda a la ciudad y hoy la divide en dos partes.

Dista 452 Kms. de Ceuta, por carretera, a través de territorio marroquí; por mar, 130 millas (240 Kms.) de Málaga y 94 millas (175 Kms.) de Almería.

MELILLA ANTES DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA.

El promontorium Russaddir (nombre que proviene de dos vocablos púnicos, "Rass" que significa cabo, y "Addir" grande, poderoso), de fenicios y romanos, fué de indudable fundación fenicia, como lo atestigua la necrópolis encontrada en las inmediaciones del cerro llamado de San Lorenzo, hoy desaparecido por necesidades de urbanización de la ciudad moderna.

Pasó sucesivamente a manos de Cartago a Roma. El emperador Claudio concedió los honores de Colonia a la vieja Rusadir, que aparece en el Itinerario del Emperador Antonino como cabecera de la región Oriental de la Mauritania Tingitana, delimitada por el Muluia Flumen que la separaba de la Mauritania Cesariense.

En el año 429 desembarcaron los vándalos en Ceuta, procedentes de la Península, pasando a sangre y fuego a las provincias mauritanas, siendo también Melilla víctima de tan terrible invasión, a consecuencia de la cual fué destruída, y reedificada más tarde por visigodos y bizantinos.

En el siglo VII hace su aparición en el norte de África un pueblo guerrero, que desde Arabia y a través de Egipto, la Numidia y la Mauritania Cesariense, va penetrando poco a poco en la Tingitana. Es el pueblo árabe, que aporta una nueva religión, una nueva forma de pensar, y que las impone sin regatear medios. Después de una fuerte resistencia opuesta por los naturales del país, hubieron de someterse a sus invasores (año 696), aunque muchos optaron por refugiarse en las ásperas montañas del Rif y del Atlas, donde continuaron durante algún tiempo la resistencia.

Definitivamente sometida, Russadir se convierte pronto, debido a su situación geográfica, en cabecera del pequeño reino de Nekor, que fué uno de los muchos que se fundaron tras la conquista árabe y su importancia radicaba en el comercio que realizaban con el interior.

Es por ésta época cuando pierde Russaddir su viejo nombre, siendo sustituído por el de Melilia, que le dieron los invasores. Varias son las etimologías que se atribuyen a esta palabra. Suponen algunos autores antiguos, que proviene de milila, en árabe miel, por la abundancia que de ella había, al parecer, en sus inmediaciones. Pero la traducción de miel no es milila, sino aasel, y en rifeño tament. Otros suponen que se deriva de malil, fiebre, unido a la desinencia ia para indicar el femenino, es decir, la febril. Otros afirman que la ciudad tomó el nombre de un prestigioso bereber llamado Melil o Milili y que debió existir en la realidad puesto que en la cábila de Ulad Setut existe una tribu denominada los Ulad Melil, que en árabe significa los hijos de Melil.

Sea cual fuere el origen de la terminología de Melilla, este nombre es el que vemos empleado a partir de la gran invasión de los árabes, quienes la reedificaron y restauraron, teniendo en cuenta su excelente situación geográfica.

De este periodo tenemos pocos datos fidedignos del desarrollo de la antigua Melilla.

Debió alcanzar un floreciente comercio, que la dotó de gran prosperidad, pero sufrió serio quebranto el año 859, en que los vikingos, pueblo feroz, apasionado y ávido de conquistas, entraron por el estrecho de Gibraltar en el Mediterráneo, saqueando numerosas poblaciones costeras del norte de África y, entre ellas, Melilla, que fué incendiada.

Repuesta del ataque de losvikingos y normandos, fué ocupada el año 926, por las tropas del califa Abderramán III, quedando sometida al Califato de Córdoba, pasando, por tanto, a depender de un gobierno de la Península, como antes ya lo había sido, bajo la dominación romana.

El florecimiento que alcanzó Melilla en los siglos XIV y XV excita la ambición de los reyes de Tremecén, que intentan incorporarla a sus dominios originándose una serie de guerras, entre aquellos sultanes y los de Fez, que durante muchos años contribuyeron a la decadencia de la ciudad, siendo abandonada por sus moradores, que huyendo de los horrores de las continuas guerras, buscan refugio en las comarcas vecinas.

LA CONQUISTA

A fines del siglo XV, 1492, se produce en España el glorioso término de la Reconquista, con la rendición de Granada, y Melilla sostiene animado tráfico con las costas de aquél Reino, de donde llegan constantemente numerosos vencidos que no se avienen a permanecer bajo el dominio cristiano en las tierras que fueron del antiguo Reino Nazarí.

En octubre de 1493 el rey Boabdil, en unión de sus familiares y cortesanos, en una armada dirigida por Don Íñigo de Artieta, desembarcaban en Cazaza, a 18 Kms. de Melilla, una vez rendido su reino de Granada ante los victoriosos ejércitos de los Reyes Católicos.

Razones políticas y estratégicas, el deseo de impedir en el futuro nuevas invasiones y acabar con la piratería que desde las costas africanas se practicaba contra el litoral del Sur de España, movieron a los Reyes Católicos a apoderarse en la costa norteafricana de cierto número de bases, que sirvieran como centinelas avanzadas de la seguridad nacional, y con este objeto enviaron emisarios al otro lado del mar para informar sobre la situación de aquellas costas, conocedores de que Melilla, por las continuas guerras sostenidas entre los reyes de Fez y de Tremecén, se hallaba despoblada.

Pasó en primer lugar, el Comendador Martín Galindo, quien después de reconocer la ciudad de Melilla y ante el gran número de habitantes que vivían en sus proximidades, informó al Rey que la conquista era harto difícil de realizar y aún en el caso de que se tomase Melilla, antes se llamaría carnicería de cristianos que población de ellos, y ante tales informaciones se desanimaron los católicos monarcas, acordando el aplazamiento de la conquista.

Enterado el Gobernador de Andalucía, don Juan Alonso de Guzmán, tercer duque de Medina Sidonia, de que los reyes abandonaban el propósito de conquistar Melilla, decidió tomar la empresa a su cargo, a cuyo efecto y obtenida la correspondiente autorización Real, comisionó a su Comendador Don Pedro de Estopiñán y Virúes, para que pasara a explorar la península de Tres Forcas, cosa que realizó disfrazado de mercader en unión del maestro artillero Ramiro López.

Decidido el Duque a efectuar a su costa la conquista de Melilla, mandó juntar, dice Barrantes, cronista de la Casa Ducal, cinco mil hombres de a pie e alguna gente a cavallo, e mandó aparejar los navíos en que fuesen, e hízolos cargar de mucha harina, vino, tocino, carne, aceyte e todos los otros mantenimientos necesarios; e de artillería, lanças, espingardas e toda monición.

Probablemente fueron unos 500 hombres, y apurando mucho lo podríamos aumentar a 700, cifra que se ajusta a la capacidad de transporte de los buques de la época, pensemos que la expedición descubridora de Colón estuvo compuesta de tres navíos y 90 hombres. Este es un número suficiente para no tener estrechez en aquella improvisada y pequeña ciudadela de finales del siglo XV.

E asimismo llevaron en aquel viaje gran cantidad de cal e madera para reedificar la ciudad. E con toda esta Armada e gente, partió Pedro de Estopiñán, Contador del Duque, por su mandato del puerto de San Lúcar en el mes de septiembre del año 1497 e hízolos buen tiempo, e se detuvieron en el mar para no llegar de día, e allegando la noche la primera cosa que hicieron fué sacar a tierra un enmaderamiento de vigas que se encaxaban e tablazón que llevaban de Hespaña.
E trabaxaron toda la noche de lo hacer e poner a la redonda de la muralla derribada a la parte de fuera... que cuando el otro día amaneció, los moros alárabes que andaban por los campos que habían visto el día antes Melilla asolada e la vieron amanecer con muros e torres, e sonar atambores e tirar artillería, no tuvieron pensamiento que estuvieran en ella cristianos sino diablos, e huyeron de aquella comarca a contar por los pueblos cercanos lo que habían visto. E diose tanta prisa e diligencia en hacer los adarves que en pocos días se puso la obra a tan altor, que cuando los moros se juntaron e vinieron a dar sobre ello, se pudieron muy bien defender en la Ciudad...
E ansí peleando e trabaxando en las obras, acabaron de reparar los adarves e torres.

Tuvo lugar, pues, sin pegar un tiro, como diríamos hoy, la conquista de Melilla en aquella noche de septiembre de 1497, hecho que celebraron con gran satisfacción los Reyes Católicos, los cuales lo reflejan en una carta que enviaron al Duque en octubre.

Por tanto, Melilla fué la primera conquista africana de la España moderna y con su ocupación empezó a convertirse en realidad el pensamiento político de los Reyes Católicos, que una vez terminada la Reconquista, decidieron apoderarse al otro lado del Estrecho, de una serie de bases que sirvieran de centinelas avanzados de la seguridad de las tierras españolas secularmente amenazadas por las invasiones procedentes de África.

EL ASIENTO DE ALCALÁ DE HENARES.

Así las cosas, en 1498 se firmó el llamado Asiento de Alcalá de Henares, acordado entre los Comendadores D. Pedro de Estopiñán y D. Martín de Bocanegra conjuntamente con la Hacienda Real, para la guarda e proveimiento de la ciudad de Melilla, documento que es un monumento a la precisión y a la previsión, pues está ajustado al máximo en sus múltiples aspectos, tanto morales, políticos, humanos, como económicos.
En el Asiento se fija en 700 hombres el número de defensores de la plaza y 50 caballos, pero nos podemos preguntar: ¿No llevarían consigo por lo menos los oficiales artesanos a sus mujeres e hijos? ¿No tenían el Alcaide, el Veedor y el Juez Mayor un número indeterminado de servidores y los capitanes y escuderos de a caballo? ¿No había esclavos y esclavas que se tomaban en las salidas y cabalgadas contra los fronterizos? Faltaban también los cantineros con sus familias, y las llamadas "mozas de partido" para solaz y entretenimiento de la tropa.
Con estos datos podemos fijar la población melillense en un centenar más de personas, con el inconveniente de que al no estar comprendidos en el Asiento y tener que alimentarlos el Duque hacía aumentar la ya excesiva y pesada carga económica, gastos que van ahogando el erario ducal.

MELILLA DURANTE LOS AUSTRIAS. Siglo XVI.

Melilla se adentra en el siglo XVI con su vida monótona, reglada, dinámica, vital y peligrosa. Los días transcurren entre vigilias de guardias, trabajos de fortificación, relevos, misas, entierros, bautizos, paseos al sol, procesiones, juegos, chanzas, duelos, pendencias, amoríos, alegrías y tristezas. Además estaban los combates, las presas de esclavos de ambos sexos y ganado, y las salidas diarias al campo fronterizo para pacer el ganado, movimientos de caballería, cultivar las huertas exteriores o traer agua, leña, caracoles, espárragos, mariscos, atocha, cañas, hierba, y a veces sal de la Mar Chica.

Los tiempos han cambiado y el Emperador Carlos I, tiene dilatados y complicados asuntos que atender. Melilla, al fin y al cabo, sólo es una pequeña fortaleza en el norte de África, que cumple función de vigía y frontera y que pertenece a la Casa Ducal de Medinasidonia, la cual cada día se siente más impotente para hacer frente a los cuantiosos gastos que dicha plaza fuerte le ocasiona.

Para colmo de males, en el nuevo asiento de 1527, se recorta en casi el 50% la subvención real y la de fanegas de trigo, y queda reducida la población de Melilla, sujeta a sueldo, en un 50%, y se puede pensar que la cifra total de habitantes no fuera superior a 400, pequeño número comparado con los casi 800 de finales del siglo XV. Este va a ser el caballo de batalla del Duque y de sus Alcaides y Veedores, durante muchos años, que continuamente exponen la necesidad de hombres, de artillería, municiones y de materiales para las obras de defensa,
Por cierto, en un alarde que envía el Alcaide Francisco de Medina, en abril de 1553, al príncipe Don Felipe, pronto Felipe II, entre los variados oficios de los oficiales artesanos destaca el de enfermera que ostenta Elvira Pérez, primera mujer a sueldo en la plaza de Melilla.

EL ALARDE DE 1556

En enero de 1556, por renuncia de su padre Carlos I, sube al trono el rey Felipe II, y en junio, el quinto Duque, anciano y cansado de tanto esfuerzo contestado con tanta indiferencia y apatía, hace renuncia solemne y formal de sus derechos a la tenencia de la ciudad de Melilla en favor de la Corona el 7 de junio de 1556.

En septiembre de 1556 se pasó alarde, en el que observamos que:

· Aparece por primera vez el número de personas no sujetas a revista, en este caso 198.

· Vuelven los hombres de mar, aunque notablemente disminuidos.

· El número de combatientes es de 407, a todas luces insuficiente, muy especialmente la drástica reducción de la caballería a 25 plazas, que en realidad se quedaban en 18, a lo sumo, por muerte, heridas o enfermedades de los caballos.
Esta población, fijada en 645 personas apenas habrá de sufrir variaciones durante el resto del siglo, conservándose en términos similares durante el siglo XVII.

La existencia de azadoneros y canteros en cantidad notable indica la continuación de las obras de fortificación iniciadas por el Capitán Perea siete años antes. Años después, estos canteros harían un notable trabajo en la construcción de los magníficos aljibes existentes en el primer recinto bajo la plaza que lleva su nombre, verdadera joya de arquitectura artesanal de la época.

Acabaremos bosquejando un ligero esquema sobre los civiles, con objeto de reconstruir someramente las familias de Melilla en esta fecha.

De las 70 mujeres, 10 eran prostitutas, ("erradas", según Mir Berlanga) y de las 60 que quedan no sabemos cuantas eran solteras, aunque podemos suponer que no más de 15, ya que había una resistencia natural a no permitirlas en la plaza. Si sumamos las mujeres solteras ¿15? a los 100 niños y los dividimos entre las 45 familias (45 mujeres casadas) nos da la cifra de 2,5 niños por matrimonio que equivale a casi 5 individuos por familia, lo cual para la fecha no es mucho.

El total de hombres, sin contar los esclavos masculinos, era de 447, a los que hay que desquitar los 45 hombres casados, más los dos curas por razones obvias, lo que totaliza 400 hombres solteros entre los que se repartían, teóricamente las 10 "erradas", con una media de 40 hombres por cada una de las "profesionales del amor", lo cual no es mala marca.

MELILLA DURANTE LOS AUSTRIAS. Siglo XVII.

Un siglo justo después de la conquista de Melilla muere el rey Felipe II y en septiembre de 1598 le sucede su hijo Felipe III.

Podemos considerar que hasta el segundo tercio del XVII son años prósperos y tranquilos para Melilla, y a partir de aquí hasta el fin de siglo, años de estrecheces y general penuria. A mediados de siglo comienzan a llegar confinados y desterrados que hacen poco grata su compañía y que, además, acaparan, como mano de obra barata, la mayoría de las obras que se realizan en la plaza.

Toda esta segunda mitad del siglo XVII será un paulatino caminar hacia la más lamentable decadencia, camino que desembocará en la pérdida del dominio del campo exterior.

De Melilla más que nunca, o como nunca, se enseñorearon el hambre, la peste, la guerra y la muerte. Estos cuatro fatídicos jinetes cabalgan día y noche por los estrechos lindes de la fortaleza cobrando piezas humanas.

Toda la documentación del XVII es monotemática ¡hambre! ¡hambre! ¡hambre! y como colofón enfermedad y muerte sin olvidar los casi diarios enfrentamientos con los moros de guerra.

Si el señor "de iure" de Melilla era su Católica Majestad, "de facto" era esa dama enlutada empuñando la guadaña, dueña y señora de un pequeño dominio cuya posesión nadie le disputaba. Bajo su cruel y férrea férula transcurre el siglo XVII en nuestra ciudad.

El panorama es desolador, se barrían los almacenes de provisiones para reunir montoncitos de migajas de pan y granos, en otra ocasión sólo se dispone de un pan diario por persona por todo alimento. Sirva de ejemplo el de un pobre espadero, cuyo nombre ha guardado la historia en el registro de defunciones para escarnio de gobernantes: Martín Alcántara, espadero, muere de HAMBRE, así con mayúsculas, el 2 de diciembre de 1643.

Como contrapunto sarcástico-trágico recordaremos que el Conde-Duque de Olivares recibía varios sueldos como ministro, caballerizo mayor, consejero, camarero mayor, etc. Por este último cobraba 544.015 maravedís, con esa cantidad se hubiese podido alimentar a toda la guarnición de Melilla durante dos meses por lo menos. Y mientras, un soldado español muere de hambre, literalmente de hambre, en un oscuro y olvidado presidio, no por estar cercada la plaza, sino por no recibir ayuda y manutención de quien debía prestarla.

Hoy, desde aquí me descubro con profunda admiración hacia aquel puñado de bizarros españoles que pese a todos los pesares continuaron firmes en su fe, e inasequibles al desaliento lograron con sus ejemplares y heroicas vidas mantener Melilla para España. ¡Casta gloriosa la de todos los españoles que dieron su vida por el honor de España en los cinco continentes!


"MELILLA LA VIEJA", FORTALEZA INEXPUGNABLE (1497-1850).

El día 17 de septiembre de 1497, Don Pedro de Estopiñán y Virúes, Comendador de la Casa Ducal de Medina Sidonia, conquista la ciudad de Melilla para la Corona de España. Desde este día, la principal preocupación de sus Alcaides, fué su fortificación, para estar en condiciones de defensa contra la amenaza exterior. Con el trabajo y el esfuerzo de los españoles, se fué construyendo la ciudad, rodeada, como todas las de su tiempo, de un cinturón amurallado que la pusiera a cubierto de los ataques de las belicosas tribus fronterizas o de la rapacidad de los piratas que infestaban el Mediterráneo.

Sobre la roca calcárea, que a manera de península, se interna sobre el mar, se levantaron murallas, torreones y revellines, de forma redonda, que constituyen en su conjunto una valiosa muestra de la arquitectura militar de la época. Estas obras fueron levantadas sucesivamente por los Artilleros Ramiro López y Tadino de Martinengo. Mediado el siglo XVI, se concluye el Primer Recinto por los ingenieros militares Miguel de Perea, Juan de Zurita y Sancho de Escalante. La bella Puerta de Santiago, la torre del Vigía de Tierra, la muralla de la Batería Real, el Baluarte de la Concepción Alta, o el fuerte de Florentina sorprenden por su altura y dimensiones, así como por la delicada labra de sus piedras. En el interior se encontraban las viviendas, almacenes, iglesia y capillas, el hospital, y los magníficos aljibes, terminados en 1571, obra maestra de los canteros, quizás la más significativa de Melilla la Vieja.

Cuando el primitivo recinto resultó insuficiente, o las necesidades defensivas lo exigieron, se fué ensanchando la ciudad construyéndose nuevos recintos, pues son cuatro los que en total completaron el sistema defensivo de la Vieja Melilla.

Las obras de ampliación de la fortificaciones de la ciudad, se llevan a cabo durante todo el siglo XVIII. Entre finales del XVII y primer cuarto del XVIII, la vieja Alafía, hoy Plaza de Armas, es transformada en dos recintos al ser dividida por un foso, llamado del Hornabeque, dando lugar así al nacimiento del Segundo y Tercer Recintos, ambos caracterizados por los frentes abaluartados, pentagonales, aplicando las teorías que aporta el ingeniero francés Vauban. Esta nueva fortificación no deja ángulos muertos y permite el asentamiento de baterías para la defensa en todas las direcciones. Las obras fueron llevadas a cabo por insignes ingenieros militares como Pedro Borrás y el Capitán Juan Martín Zermeño.

Cada uno de los recintos está separado del inmediato por una puerta, protegida por un profundo foso (de Santiago, del Hornabeque y el de los Carneros), con su puente levadizo. Destaca la bella Puerta de Santiago o Puerta del Campo, en el Primer Recinto, donde campea el escudo de armas del Emperador Carlos, semejante a los que contemplamos en la imperial Toledo.

Una vez ocupado el llamado cerro del Cubo, desde donde los moros dominaban la plaza con su artillería, se llevó a cabo la construcción de una nueva línea avanzada, el Cuarto Recinto, constituída por una serie de fuertes de varias formas y tamaños: triangulares como los de Victoria Chica (1734) y Victoria Grande (1736), en la altura del Cubo, rectangular como el de San Carlos, cuadrado como el de San Miguel, troncocónico como el de Santa Bárbara (1750). Estos fuertes estaban unidos entre sí por cortinas de murallas. Se aplican así los preceptos del ilustre ingeniero francés Montalembert, que preconiza el adelantamiento de los fuertes con relación a la plaza para dificultar la eficacia de la artillería enemiga, completando así las teorías de Vauban.

Durante dos siglos y medio se trabajó incansablemente en la fortificación de la Vieja Melilla. Así, en 1774, cuando la ciudad fué sitiada por el Sultán Muley Mohamed ben Abdelah, al frente de un ejército de 40.000 moros, pudo resistir perfectamente cien días de durísimo asedio, con 3.300 defensores al amparo de sus inexpugnables murallas. Hoy día se conservan el primero, segundo, tercer recintos y parte del cuarto.

EL TRAZADO DE LOS LÍMITES (1862)

Eran contínuas las agresiones de los moros fronterizos a la plaza, pues el Sultán de Marruecos carecía de autoridad efectiva sobre las kábilas vecinas a la ciudad. Debido a ello, se planteó como solución el ensanchamiento de los límites, para ponerla a cubierto de tales agresiones. Así, se firmó, tras largas negociaciones, el Tratado de 1859, ratificado en el Tratado de Paz de 1860, por el que se cedía en propiedad a España el Territorio inmediato a Melilla, tomando como base el alcance de un cañón de a 24 libras y estableciéndose una zona neutral. Las kábilas se opusieron tan tenazmente al cumplimiento de los Tratados, que no se pudieron hacer efectivos hasta 1862, en que fueron colocados los hitos que delimitaron el Campo Exterior de Melilla, tomando como distancia, según lo acordado, el alcance (2.900 mts.) de una bala de un cañón de a 24, llamado "El Caminante", disparado desde el Fuerte de Victoria Chica. Delimitado de esta forma, el territorio español, que no se llegó a ocupar con efectividad hasta treinta años después, adopta la forma de abanico, cuya longitud de frontera con Marruecos es de 12 Kms, una zona de costa de 10 Kms. y extensión de 12 Kms cuadrados. (Ver trazado original límites).

EL COMIENZO DE LA "NUEVA MELILLA" (1893-1900)

Todas las guerras suelen tener sus secuelas, y la corta guerra de 1893, llamada "guerra de Margallo", sirvió para Melilla como el fulminante que necesitaba para impulsar su expansión fuera de las antiguas murallas, expansión que tímidamente había empezado en 1889 con la construcción del Barrio del Polígono, primero que surgía fuera de Melilla la Vieja.

Durante la estancia, después de esta guerra, de un tardío Ejército Expedicionario de 22.500 hombres, se instalan varios campamentos, embrión de los barrios, que van surgiendo en esos mismos lugares.

Para llevar a cabo esta expansión se aunaron en Melilla dos elementos esenciales: por un lado el ejército expedicionario citado y por otro unos excelente gobernadores como fueron los Generales Macías, Cerero, Alcántara y Alameda, que ocuparon el mando de la plaza desde 1893 a 1899.

Se construyeron dos líneas de fuertes y fortines defensivos, fuera del viejo cuarto recinto, para impedir nuevos sustos y asegurar la tranquilidad de los vecinos. Una primera línea con los de Sidi Guariach (1893), después llamado Purísima Concepción, origen del conflicto, Alfonso XIII, Reina Regente y Rostrogordo; una segunda línea en Camellos y Cabrerizas Bajas, cerrándose con San Lorenzo, María Cristina (1893) y Ataque Seco. Pero las obras que más van a valer para los años siguientes son los caminos que los enlazan.(ver plano).

La población de Melilla aumenta considerablemente, al menos en comparación con la escasa población anterior, doblándose prácticamente entre 1893 y 1900, año en que alcanza los 9.000 habitantes, incluyendo 2.800 componentes de la guarnición.
Son estos años el comienzo de una nueva etapa en la vida de Melilla, vida que se irá desarrollando con prosperidad en los primeros años del siglo XX.

LA EXPANSIÓN EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XX (1900-1909)

Estos años van a marcar una impronta en la ciudad, van a ser los años en que fructifica la semilla anterior, y en la que unos gobernadores como los Generales Venancio Hernández, que construyó, en 1902, el hermoso parque que lleva su nombre, y José Marina Vega, desde 1905, principalmente, consiguen hacer esta ciudad, orgullo de sus habitantes y admiración de quienes nos visitan.

Urbanísticamente la ciudad comenzaba a progresar, especialmente desde la llegada del Segundo Jefe, General de Ingenieros Chacel, que empezó el trazado de calles y barrios, logrando la urbanización del centro de la ciudad actual, que surge al final de este período.

Uno de los graves problemas, era la falta de puerto, obra que simbólicamente comenzó cuando S.M. el Rey D. Alfonso XIII, en su visita de 1904, puso la primera piedra, si bien las obras empezaron años más tarde. Al terminar este año, la ciudad tiene 10.000 habitantes, incluyendo unos 3.000 hombres de guarnición.

MELILLA CIUDAD MODERNISTA (1909-1950)

En enero de 1909 la población alcanzaba la nada despreciable cantidad de 12.000 habitantes, y a final de año llega a 18.000, sin contar las fuerzas militares, muy numerosas (40 a 45.000 h.), debido a la llamada "Guerra del Rif" (1909-1910).

Melilla empieza a extenderse, dentro de los límites definidos en 1862, por lo que se llamaba Campo Exterior.

El desarrollo de la ciudad no se adaptó a ningún plan general de urbanización, sino que cada barrio surgió individualmente para resolver el acuciante problema de la vivienda, y estos proyectos parciales, al menos hasta 1910, se vieron mediatizados por las necesidades de la defensa del territorio.

Pese a estos inconvenientes, Melilla creció como una ciudad equilibrada y a ello contribuyeron con más que meritoria intervención, Ingenieros Militares como Roldán, Lizaso, Alcayde, García del Campo, Alzugaray, Redondo Ballester, Carcaño, Palanca, Pérez Reina, Moreno Lázaro, y arquitectos como Enrique Nieto, cuya marca es fácilmente reconocible en el entorno urbano melillense. El centro de esta bella ciudad es un verdadero museo de arquitectura modernista, sólo superada por Barcelona. En 1909 llega un jóven arquitecto barcelonés, Enrique Nieto, discípulo de Gaudí, que se afinca en la ciudad hasta su muerte y que impone la impronta de su arte en todos los barrios, pero muy especialmente en los edificios del centro: la casa de la Reconquista, la casa de Baños, la de los Cristales, la Cámara de Comercio, la Sinagoga de Ramia Benarroch, el Palacio Municipal, etc. son un auténtico recreo en su contemplación.

En enero de 1911 Melilla recibe la segunda visita del Rey Alfonso XIII, en la que se inician otras realizaciones importantes.

A principios de 1922, la población asciende a 50.000 habitantes, incluyendo 8.000 de guarnición, se ha multiplicado por siete en solamente veinte años.

En el mes de octubre de 1927, los Reyes visitan por tercera vez Melilla, última vez que un rey de España visita la ciudad.

El desarrollo urbano de Melilla, hasta 1930, se debe a los Ingenieros Militares. A partir de estos años, la ciudad queda casi configurada en su estructura actual.

Hasta los años 40, la población mora establecida en Melilla es muy escasa. Hasta 1894 no vive ningún moro en la ciudad. En el año 1900 hay 95 moros, confidentes y algunos comerciantes. Es a la terminación de la Cruzada de Liberación, a partir de 1940, cuando se establecen en la ciudad los Grupos de Regulares y la Mehal-la Jalifiana y la población musulmana se acrecienta notablemente. En 1949 se alcanza la cifra de casi 96.000 habitantes, la mayor de toda su historia. Por estos años, la población mora era de unos 7.000.

 

 


 

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