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Ejército de Tierra

Escudo de Armas del IHCM

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR

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Museo Histórico Militar de Valencia

Indice del Museo:
 

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José Ayllón Rivas

La derrota en la guerra hispanoamericana de 1898 significó la pérdida de nuestras últimas colonias en Ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Esto ocurrió en el periodo histórico que se conoce con el nombre de La Restauración. Esta se inicia en diciembre de 1874 con el golpe de estado del general Martínez Campos, que en las proximidades de Sagunto y con el apoyo de la brigada del general Dabán, proclama a Alfonso XII rey de España, poniendo fin a la Primera República.

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Fotografía de la colección Díaz-Prosper

La política de la restauración.

La nueva monarquía constitucional, bajo la inspiración de Antonio Cánovas del Castillo, articuló el nuevo estado, de carácter moderado, sobre la base de la Constitución de 1876. Esta, a la vez que da al rey amplios poderes, dejaba abierta la posibilidad de ir introduciendo, a través de las leyes que debían desarrollar el texto constitucional, principios liberales en la legislación española.

Todos aquellos que aceptasen la monarquía de Alfonso XII, según aparecía en la Constitución de 1876, podían participar en la vida política: "el exclusivismo" es el que había conducido a su madre hasta la frontera. Se trataba de que en el nuevo juego político entrasen el mayor número de partidos o facciones personalistas posible.

El sistema encontró su estabilidad en un bipartidismo en el que el binomio Cánovas-Sagasta, jefes de los dos partidos más importantes, el conservador y el liberal, realizaba la alternancia en el poder. Esto fue posible por la potestad que la constitución otorgaba al rey para disolver las Cortes y por el falseamiento de los resultados electorales.

De esta forma, una vez el rey daba su confianza y encargaba a uno de los lideres políticos la formación de gobierno, a continuación se celebraban elecciones en las que, inevitablemente, el partido en el poder obtenía una amplia mayoría. La Restauración creó un sistema basado en el fraude y la corrupción política que se extendió a la Administración, tanto en su ámbito nacional como local.

El primer gobierno de la Restauración, dirigido por Cánovas, se encontró sobre la mesa con dos problemas: la guerra carlista y la insurrección cubana.

La ofensiva llevada a cabo por las fuerzas gubernamentales sobre el santuario carlista, da sus frutos y el 19 de febrero de 1876 se rinde Estella. El 28 del mismo mes Don Carlos abandona España. La guerra había terminado.

El segundo gran problema era la ya larga guerra cubana, conocida como la "Guerra de los Diez Años", que había comenzado en el 1868 con el llamado "Grito de Yara".

Terminada la guerra carlista, el gobierno puede enviar importantes refuerzos a Cuba. A principios de 1877 tiene sobre la isla unos cien mil hombres. Este mismo año, el general Martínez Campos toma el mando del ejército de operaciones y combinando la acción militar con la negociación política, consiguió poner fin a la insurrección con la Paz de Zanjón el 12 de febrero de 1878. Con ésta, se ofrece a los rebeldes, entre otras cosas, la concesión a la Isla de las mismas condiciones políticas y administrativas que tenía Puerto Rico, así como el olvido de lo pasado respecto a los delitos políticos cometidos desde 1868.

Con la llegada de la paz, España vivió un período de tranquilidad que va desde 1878 hasta 1895, alterado solamente por pequeños incidentes como la Guerra Chiquita, breve alzamiento separatista en Santiago de Cuba, y la cuestión fronteriza de Melilla en 1893.

El 25 de noviembre de 1885 fallece Alfonso XII y su esposa Mª Cristina de Habsbourg-Lorena se convirtió en la Regente. Este cambio en la cúpula del poder no alteró el discurrir de la política española. España se deslizó hacia el 98 por la pendiente del tobogán de la Restauración.

En el tiempo que transcurre desde 1878 hasta 1895, los distintos gobiernos de Madrid no supieron o no pudieron atender las peticiones de reformas que les llegaban desde Cuba. Estos cambios buscaban allanar el camino a la independencia. Era esta la asignatura pendiente, el verdadero problema que ni Cánovas ni Sagasta supieron resolver y no por desconocimiento del mismo.

En la carta que el general Polavieja escribe al general Blanco, Capitán General de Cuba, el 4 de junio de 1879 y que por circunstancias especiales, como él mismo señala, no llegó a manos de éste sino a las del general Martínez Campos ministro de la Guerra en esa fecha, podemos leer lo siguiente:

"Convencidos de ello, debemos, en mi opinión, en vez de querer impedir a todo trance y en todo tiempo la independencia de Cuba, que empeño vano sería, prepararnos para ella, permanecer en la Isla sólo el tiempo que en ella racionalmente podamos estar, y tomar las medidas convenientes para no ser arrojados violentamente, con perjuicio de nuestros intereses y mengua de nuestra honra, antes de la época en que amigablemente debamos abandonarla"

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