• facebook
  • twitter
  • myspace
  • google+
  • mail
  • Texto no traducido
Formulario de Búsqueda
Texto no traducido
Texto no traducido
Texto no traducido

Ejército de Tierra

Escudo de Armas del IHCM

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR

Texto no traducido

Museo Histórico Militar de Valencia

Indice del Museo:

98.jpg (10676 bytes)

cuba4.jpg (30779 bytes)
Grupo de Oficiales del Regimiento Mallorca nº 13, Cuba, c.a. 1898. Colección Díaz-Prosper

La guerra

"La guerra es la simple continuación de la política con otros medios". (Clausewitz).

¡Viva Cuba libre! Fueron las palabras que se oyeron el 24 de febrero de 1895 en Baire. Con ellas comienza el último episodio de nuestra presencia en Cuba.

El levantamiento se venía organizando, desde meses atrás, por los líderes independentistas cubanos, tanto por los que se encontraban en Cuba como por los que estaban fuera de ella. Todos habían aceptado la jefatura política que José Martí ejercía desde su exilio en Nueva York. A finales de enero de 1895 dio la orden de que el levantamiento se debía de llevar a cabo en la segunda quincena de febrero y no antes, para dar tiempo al desembarco de las fuerzas que se encontraban en el exterior.

En un principio se creyó que la rebelión sería rápidamente sofocada, pues sólo en Baire y Santiago de Cuba (Oriente) no se consiguió cortar la sublevación independentista. El general Calleja, Capitán General de Cuba, consideró los hechos como acciones realizadas por partidas de escaso número de bandoleros, y se sintió capaz de controlar la situación con los aproximadamente catorce mil hombres que tenía bajo su mando. Por lo tanto, no se molestó ni en pedir refuerzos. Su confianza y pasividad fueron, por lo menos, preocupantes.

Las noticias de particulares que llegan a la Península causan alarma y el Presidente del Gobierno, señor Sagasta, el día 3 de marzo decide mandar a la Isla, con carácter inmediato, una expedición de 8500 hombres en el crucero Reina Mercedes, más otros 1500 que se quieren mandar con la mayor rapidez posible.

Sagasta presenta su dimisión de forma irrevocable y María Cristina encarga a Cánovas la formación de gobierno, que este nombra el 23 de marzo. El general Calleja es cesado y se designa a Martínez Campos para sustituirle.

El 29 de marzo los hermanos Antonio y José Maceo desembarcan en la playa de Duaba y el 11 de abril llegan a Playitas José Martí y Máximo Gómez. La incorporación de los principales líderes da un importante impulso a la insurrección.

El nuevo Capitán General creía posible una solución negociada, a la que espera llegar combinando una política de buena voluntad y un amplio indulto con la acción militar. El 11 de mayo se dirige a Santiago de Cuba para tomar personalmente el mando del ejército de operaciones.

El ejército insurrecto, también conocido por el nombre de ejército mambí, puso en práctica la guerra de guerrillas, con lo que constantemente se realizaban marchas y contramarchas, se preparaban emboscadas, se buscaba la sorpresa, la ventaja del terreno y agotar al enemigo en una lucha constante en la que ningún combate ni enfrentamiento resultaba decisivo.

En Dos Ríos, el 21 de mayo, se produce un encuentro de gran importancia entre la columna que manda el coronel Ximénez de Sandoval y una partida rebelde al mando de Máximo Gómez, ya que entre los muertos insurrectos se encontraba José Martí y la causa independentista perdía su principal líder a los tres meses de su inicio.

El cuerpo de Martí fue llevado a Santiago de Cuba; y después de la formal identificación, se lleva el ataúd al cementerio con mucho séquito de tropa. Allí, el coronel Ximénez de Sandoval inquiere si alguno de los civiles presentes desea hablar. Al cabo de un largo silencio, él mismo pronuncia unas breves palabras, que demuestran su nobleza:
"Señores: Cuando pelean hombres de hidalga condición como nosotros, desaparecen odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos, debe ver en estos yertos despojos un enemigo. Los militares españoles luchan hasta morir; pero tienen consideración para el vencido y honores para los muertos".

La insurrección, sin embargo, tomaba cada vez más fuerza y empuje, y desde Oriente se fue extendiendo hacia el centro de la Isla. El ejército rebelde se dedicó sistemáticamente a la devastación y el saqueo, consiguiendo que, por su propia voluntad o por temor, la gran mayoría de la población rural le prestara su apoyo.

El general Martínez Campos se encontraba en Manzanillo el 12 de julio cuando recibió noticias de que Maceo estaba en las proximidades de Bayamo con más de 7000 mambises a sus órdenes. A pesar de contar tan sólo con 400 hombres, el general español decidió ir al encuentro. En su marcha se le incorporó el general Santocildes con 1000 hombres más. El 19 de julio en la sabana de Peralejo se produjo el choque y tras cinco horas de durísimo combate, Maceo tuvo que retirarse y se pudo alcanzar Bayamo. Allí, al frente de su columna perdió la vida Santocildes.

El 16 de septiembre los cubanos en armas aprueban su Constitución, primer código de la naciente República Cubana.

Los combates, emboscadas y escaramuzas se suceden; la violencia y la crueldad van subiendo de tono. Salvo pequeñas victorias españolas, la iniciativa está en manos de los insurrectos. A finales de octubre, Antonio Maceo decide constituir una columna que lleve la guerra al extremo occidental de la Isla, donde se encontraban las comarcas más ricas y pobladas, y conseguir el triunfo del levantamiento en las mismas. Después de una larga marcha, a la que se une Máximo Gómez en San Juan, dejando tras de sí una estela de destrucción, el 23 de diciembre Maceo se enfrenta a Martínez Campos en las proximidades de Coliseo; el Capitán General de Cuba es obligado a retirarse. Esta victoria mambí sembró la alarma en La Habana. El relevo no solamente era necesario, sino urgente.

Martínez Campos, sólo después de la batalla de Peralejo, se dio cuenta de su error de pretender poner fin a la guerra con una paz negociada, ésta sólo podía finalizar con la derrota militar de uno de los dos contendientes. Se necesitaba, pues, algo más que buenas intenciones.

El 25 de julio, desde Manzanillo, se dirige a Cánovas en carta particular diciéndole entre otras cosas: "Los pocos españoles que hay en la isla sólo se atreven a proclamarse tales en las ciudades: el resto de los habitantes odia a España. Cuando se pasa por los bohíos del campo no se ven hombres, y las mujeres al preguntarlas por sus maridos o hijos, contestan con naturalidad aterradora: en el monte con fulano."   
A continuación se lamenta de que sería necesario tomar medidas drásticas, pero que él no tiene condiciones morales para hacerlo.
"Sólo Weyler las tiene en España, porque además reúne las de inteligencia, valor y conocimiento de la guerra; reflexione usted, mi querido amigo, y si hablando con él el sistema lo prefiere usted, no vacile en que me reemplace; estamos jugando la suerte de España."

Cánovas se decidió por fin a atender los consejos del general Martínez Campos. Weyler desembarcó en la Habana el 10 de febrero de 1896 con la firme voluntad de pacificar la isla, empezando por occidente y terminando por oriente.


 

Derrotar a un enemigo que dominaba el campo y que contaba con el apoyo de los campesinos y por lo tanto una perfecta información de los movimientos de las tropas españolas, que se podía mover en un amplio teatro de operaciones que abarcaba toda la isla con la mayor libertad, que podía elegir el lugar y el momento de establecer contacto con el adversario, que tenía capacidad para actuar simultáneamente en lugares distantes, capaz de vivir sobre el terreno, dispuesto a incendiar, destruir, saquear y actuar sin la menor piedad, requería algo más que intentar proteger las propiedades y evitar molestias a la población civil.

cuba5.jpg (23987 bytes)

Grupo de oficiales sobre cubierta, c.a. 1900. Colección Díaz-Prosper

Elija la página que desea ver:

[1] · [2] · [3] · [4] · [5] · [6] · [7] · [8]