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Ejército de Tierra

Escudo de Armas del IHCM

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR

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Museo Histórico Militar de Valencia

Indice del Museo:
 

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Embarque de soldados para Ultramar. Barado, Francisco: La vida militar en España, Sucesores de M. Ramírez y Cia. De Editores, Barcelona, 1888.
 

La opinión de Polavieja, como todos sabemos, no fue tenida en cuenta y sus predicciones lamentablemente se cumplieron.

Tampoco se llevó a cabo una política exterior encaminada a conseguir apoyo, en caso de que alguna de las potencias que se mostraban interesadas en nuestras colonias se decidiese por la intervención militar. La mayor preocupación, a principios de la década de los noventa, fue la negociación de una serie de tratados comerciales en función de la orientación proteccionista que tomó nuestra política comercial.

El gobierno español intentó, mediante la acción diplomática, conseguir garantías de que los Estados Unidos no intervendrían en el conflicto cubano, pero fracasó.

España insistió hasta el final. "Toda la actividad diplomática desplegada por el Gobierno Sagasta desde octubre de 1897 hasta abril de 1898 sólo consiguió que las grandes potencias hicieran una protesta moral a favor de España y eso porque Inglaterra se colocó a la cabeza de una mínima intervención europea; en ningún momento hubo, por lo que sabemos hasta ahora, la más ligera posibilidad de que alguna de las seis grandes potencias, sola o con aliados, aceptasen participar en una mediación armada".

Tampoco los políticos de la Restauración, ni conservadores ni liberales, fueron capaces de afrontar la profunda reforma que el Ejército necesitaba. Sólo buscaron evitar los pronunciamientos y ante la escasez de fuerzas de orden público, que el Ejército sustituyese a éstas en caso de necesidad, como sucedió en muchas ocasiones.

Se realizaron algunas mejoras como la creación de la Academia General Militar en 1882. Pero muchas de las leyes que se aprobaron, en esencia, mantenían la organización existente o apenas la modificaba. Otras, tras ser aprobadas, no se llevaron a efecto.

Es necesario señalar que en abril de 1887 el general Cassola, ministro de la Guerra, presentó en el Congreso un plan para reorganizar el Ejército. El debate que se abrió tuvo gran transcendencia en la sociedad española y la prensa se hizo eco del mismo siguiéndose con verdadero interés. La reforma que el general Cassola se propone llevar a cabo en el seno de la institución militar afecta a dos aspectos fundamentales de la misma: primero, crear un organismo autónomo y efectivo mediante la promulgación de una ley Constitutiva del Ejército que defina con claridad la esencia del mismo y establezca definitivamente su articulación orgánica. Y segundo, intentar resolver adecuadamente la triste situación personal, familiar y social por la que estaban pasando los miembros del Ejército.

Cassola se encontró con una fuerte oposición, debido a que su proyecto tocaba algunos puntos sensibles.

Si la propuesta obligatoriedad del servicio cayó como un rayo en aquella sociedad burguesa, propicia a los nuevos privilegios del dinero y donde sólo los hijos de los pobres servían como soldados, muchas de las restantes reformas herían directamente el "espíritu de cuerpo". Su proyecto fue rechazado por los privilegiados en la sociedad civil, por aquellos que podían evitar el servicio en el ejército mediante el pago de la redención, y por los privilegiados en el estamento militar, es decir, por los cuerpos facultativos, Artillería, Ingenieros y Estado Mayor, que temieron perder el beneficio del dualismo y el sistema de ascensos por méritos.

Canalejas, ante el Congreso, denunció los principales problemas que padecía nuestro ejército en 1.888. Entre ellos, podemos señalar: deficiente estado de organización, sueldos bajos, problemas de ascenso y material escaso y anticuado.

 
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Pronunciamiento de Sagunto.
Foto sobre maqueta de Diego Fernández

En cuanto a la pequeña campaña que se produjo a raíz del incidente fronterizo con Marruecos en 1893, el E.M.C. en su Historia de las campañas de Marruecos escribe: "La organización militar era tan deficiente que hubo que desorganizar todos los servicios para poner en Melilla, con sensible retraso y falta de numerosos elementos, un ejército de 22.000 hombres".

Evidentemente, en 1895 las cosas no podían haber cambiado mucho. Tampoco se preocupó la clase política de crear un ejército apropiado para defender nuestras colonias.

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